PROCLAMA DE PROFESOR

Sin duda son los profesores quienes más tiempo pasan con los niños hoy en día. Es por esto que les dedicamos este espacio para que puedan compartir con sus pares, padres y otros profesionales, aquellas reflexiones que surgen en el diario convivir con sus alumnos. En esta ocasión, el espacio lo dedicará Isabel Jara Zubicueta, Profesora de Educación General Básica quien ejerció aproximadamente 20 años en aula. Hoy en día, Isabel es Directora del Proyecto CESANA. Actualmente egresada de Psicología Clínica.

Cesana Somos


La convivencia y el actuar cotidiano está sujeto y construido por el lenguaje, es éste el que nos lleva a hacer o no hacer cosas. A partir de él, nuestros hijos se modelan, se forman, y crecen a través del lenguaje, que puede estar cargado de amor, exigencias, un poco de miedo tal vez, pero siempre, con la intensión de protegerlos. Lamentablemente, podríamos enviar mensajes que no reparamos, y que estas personas ávidas de aprender e interpretar todo el lenguaje que le proporcionan sus seres queridos, lo guardan y los instalan en su aprendizaje y su personalidad. Podríamos reparar que algunos discursos se enfocan en los resultados de la tarea y no así en los procesos. Un ejemplo de ello podrían ser nuestros diálogos que lo evidenciarían: “Este niñito ni estudia y le va súper bien”, “No tiene cuadernos y se saca puros sietes”, “Pasa puro jugando en clases, ni copia la materia y llegada la prueba, e igual le va bien”. Con ello, si bien estamos reforzando al pequeño que obtuvo una buena nota, aparentemente también podríamos estar reforzando el poco esfuerzo, la falta de hábito de ordenar, trabajar o sencillamente estudiar, en desmedro del niño que sí hizo esfuerzo, se ordenó y trabajó, sin embargo, no obtuvo una buena calificación. Otros discursos se enfocan, en el como se comportan, y no así, en su propia realidad. Ejemplo sería, cuando vemos a ese niño que según nosotros “Es tan maldadoso y mal educado” y luego descubrimos algo preocupantemente… que es el mejor amigo de nuestra hija, y que en realidad es víctima de lo que todos somos parte: “la desigualdad.” Aún así, en el sentido humano del juego y el abrazo, en la amistad brava del juego, nuestra propia niña nos enseña que su amigo no es malo, sino, lo malo es que quede sin ser recogido en la escuela mientras todos se marchan a su hogar, es malo que Julián coma restos de comida chatarra que le queda a su hermano mayor de 10 años que vende en la calle.

Mas, la principal enseñanza que nos deja esta niña, es aprender a reconocer a sus pares, no por las travesuras que a diario comete, sino por la belleza de su ser interior.
Entonces, ambas situaciones nos grafican la tarea que tenemos padres, educadores y profesionales que atienden a niños y niñas de ocuparnos para que ellos sean felices, a pesar de las desigualdades económicas y afectiva, y en definitiva, de la dura misión de EDUCARLOS. Sería interesante a propósito de nuestra tarea “los niños nacen para ser felices” citar a nuestro biólogo e investigador Humberto Maturana cuando expresa: ser amoroso es aceptar al “otro” como un legítimo otro, en la convivencia, en
circunstancia que el “otro” puede ser uno mismo. Es decir, en nuestro discurso, aceptar a los niños como son, en sus procesos, en sus habilidades, en sus dificultades, en sus emociones, conductas y realidades. Aceptarlos, y por lo tanto amarlos en su totalidad. Si bien lo expresado puede parecer etéreo y la emoción y el amor parecería un diálogo idealista, es importante consignar que estamos en una clara necesidad de existir en un mundo más amable, reflexivo y afectivo. Nuevamente en la tarea diaria debiéramos tener presente convivir sin culpas a pesar de que trabajamos mucho, que no estamos con ellos todo el tiempo que queremos. Por ello, es necesario hablar, jugar, poner límites, acompañar, formar y a veces dejar que aquello que amamos tanto, deban aprender de sus frustraciones y de sus inevitables dolores.
Aun así...
“LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS NACEN PARA SER FELICES”
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